GUERRA DE GUERRILLAS - I
Mi día empieza con el sonido del despertador. Por supuesto he programado la más desagradable de las opciones del teléfono
para obligarme a salir de la cama y apagarlo. Normalmente no me cuesta mucho
trabajo ya que me he aguantado las ganas de mear durante media noche y tengo
que salir corriendo en cuanto despierto a vaciar la vejiga, (con la cantidad de
espacio libre y que no sirve para nada que tenemos en el cuerpo no sé por qué
leches la hicieron tan pequeña pero este tema merece una entrada aparte).
Satisfechas las necesidades fisiológicas, llevo el primer golpe de la
mañana al pasar por delante del espejo del baño, (bueno el segundo, el primero
siempre es con la manilla de la puerta), miro de reojo y veo la peor de las
visiones que pudiera esperar. Da igual, ya lo arreglaré después, el estómago ruge y es uno de mis momentos sagrados del día.
Me siento delante
de un vaso de zumo de naranja recién exprimido y un gran tazón de chocolate
(así a lo bestia), con pan y mantequilla para untar, todo un ritual que
necesita tiempo y dedicación, y me dispongo a disfrutar del momento, pero…
diosssssssssssss, cada día lo mismo ¿por qué encendí la tele?, ah, por cierto, "habemus papam". Todas las cadenas
conspiran para amargarme el desayuno. En fin, termino como puedo y me voy a la
ducha.
Aaaaaaaaah, no no no, el mejor momento no es el del desayuno, es este una reconfortante ducha… OSTRAS!! Suena el móvil, ¿dónde está la puñetera toalla?...otra vez se me olvidó ponerla a mano...
Y ahora es cuando miro por la ventana y veo que, haya dejado la ropa que haya dejado el día anterior lista para no echar tiempo, NO es la adecuada, NUNCA, da igual, me moriré de frío pero me pongo el vestido corto que tengo preparado SI O TAMBIÉN, (no tengo tiempo a buscar otra cosa, además quedará mono así, negro a contraste con la nieve).
Vuelvo al espejo (esto
no lo arregla ni un milagro de San Max Factor) y me pongo manos a la obra,
necesito un tuneo digno del Seat León de un “cani”, pero no hay tiempo, así que
me aplico una hidratante y un poco de color en los labios, un abrigo y salgo pitando
escalera abajo sin pararme a esperar el ascensor. Y cuando llevo cien metros a
buen paso acera abajo, doy media vuelta, despacito, instalada ya en la
resignación y el agotamiento y vuelvo a casa a por el móvil que olvidé encima
de la cama…
Primera batalla del día, resultado: ¿empate con la vida?
Primera batalla del día, resultado: ¿empate con la vida?
P.D.- En el siguiente capítulo no esperéis
que narre las siete horas y media de curro, mas que nada porque los compañeros
leen el blog (obligados por mi).
Todos mis problemas al levantarme (que cada día cuesta más)se casi solucionan con café. Toma nota para cuando llegues a mayor: paso del tuneo, la ojera hasta el suelo, pero feliz como una perdiz
ResponderEliminarYo el café lo tomo en cuanto me siento a la mesa a currar!! En casa el chocolatín...
ResponderEliminarUn saludo Cova.