Levantarse vestida para matar

BLOWIN 'IN THE WIND

Desde niños aprendemos a gritarnos.

En permanente mal humor, así vivimos, instalados en una especie de enfado general, de malestar crónico con los demás y para este mal no hay médico que firme receta, ni genérica ni de marca, y sin embargo, nos hemos acomodado a vivir en esta situación, apoltronados en nuestro sofá viéndolas venir (quien dice viéndolas venir, dice viendo a 14 bordelines encerrados en una casa o viendo a Falete provocar un tsunami, que mas da), nos quedamos callados mientras desaparecen nuestros derechos sociales y hasta vitales diría yo, mientras se producen masacres,  injusticias diarias que no entienden de edad, ni de sexo, ni de condición social. Pero se da un hecho curioso, en la misma medida en que nos acostumbramos a ver las noticias impasibles desde nuestro salón hemos desarrollado una intransigencia ilimitada con los que nos rodean a diario. Ladramos a la mínima de cambio a nuestros vecinos, compañeros, familiares, amigos, afeamos cualquier gesto, les hacemos ver el más mínimo fallo que cometen, hacemos mofa y escarnio de los que creemos diferentes y lo verdaderamente grave, es la convicción de que esas son nuestras pequeñas VICTORIAS diarias. Pues yo aquí necesito un botón de NO ME GUSTA.

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¿En qué momento hemos llegado a este estado de intransigencia y de insolidaridad?

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Por mi parte tengo cierta tendencia  al enfado  fulminante, a la explosión   de  verborrea   que todo lo arrasa y a no escuchar cuando entro en ese trance, pero ES ESO, una explosión única, no un fuego que se extiende y arrasa, al momento se me olvida y vuelvo a mi estado natural de buen humor (esto ha sido una buena programación de mis padres), también es verdad que cuando el tiempo demuestra que YO tenía razón (o sea, 99 de 100 veces...) no puedo esconder una sonrisita de satisfacción, pero no meto el dedo en el ojo, y creo que ahí está la cuestión, en no cebarse con las equivocaciones ajenas, intentar llevar al máximo de nuestra capacidad, aunque nos resulte difícil, la empatía y la asertividad (sí, ya sé que está muy manido usar esos términos pero creo firmemente en lo que encierran). 

La convivencia pacífica en nuestro entorno más cercano (familia, amigos, compañeros) es tan fácil como darse cuenta de que en realidad no existen diferencias, ni por raza, ni por estrato social, ni por orientación sexual. Concentremos toda la energía que almacena nuestra ira en acabar con las verdaderas lacras que nos amenazan, no con nuestros iguales. El enemigo es otro y es común. Ayer fue en Boston, antes de ayer en Afganistán,  Siria, New York, Madrid, y así cada día en un lugar diferente, la VIOLENCIA DESMEDIDA e indiscriminada nos rodea a un nivel mucho mas alto que la cotidiana y no nos inmutamos, lo vemos en nuestros televisores con actitud flemática, insensibles al dolor que nos resulta lejano, sin darnos cuenta de que también es dolor propio, incluso he leído en alguna ocasión "se lo merecen", si esa es nuestra actitud hemos perdido la batalla, hemos perdido todas las batallas.
¿Qué tal si nos dejamos de concursos de ceños fruncidos y salimos a la calle con una sonrisa permanente, contagiosa, amigable?

¡¡Paz y amor chicos, mantengamos la calma!!

RECORDAD: LAS ARRUGAS QUE PROVOCA LA RISA, SON MUCHO MÁS ATRACTIVAS QUE LAS QUE PROVOCA LA AMARGURA...